sábado, 19 de enero de 2008

Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso

Por descuido, el dedo de Werther toca el dedo de Carlota,
sus pies, bajo la mesa, se encuentran.
Werther podría abstraerse del sentido de esas casualidades; podría concentrarse coproralmente en esas endebles zonas de contacto y gozar de ese trozo de dedo o de pie inerte, de una manera fetichista, sin inquietarse por la respuesta (como Dios --es su etimología--, el Fetiche no responde).
Pero precisamente Werther no es perverso, está enamorado: crea el sentido, siempre, en todas partes, de nada, y es el sentido el que lo hace estremecerse: está en el incendio del sentido.
Todo contacto, para el enamorado, pantea la cuestión de la respuesta: se le pide a la piel que responda.



Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso

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