martes, 3 de febrero de 2009

Diarios de Adán y Eva /Mark Twain /Parte I


Miércoles
Me construí un refugio para la lluvia, 
pero no pude disfrutarlo en paz. 
La nueva criatura se entrometió. 
Cuando intenté echarla, dejó caer agua por los agujeros con los que mira, 
y se los limpió frotándose con el dorso de sus garras, y produjo un ruido como el que hacen algunos de los demás animales cuando están lastimados. Ojalá no hablase; está siempre hablando.
Esto suena como una burla fácil a la pobre criatura, una difamación;
pero no es esa mi intención. 
Nunca he escuchado antes la voz humana, y
cualquier sonido nuevo y extraño que moleste
la quietud grave de estas soledades de ensueño ofende mi oído y 
suena como una nota falsa. 
Y este sonido nuevo está tan cerca de mí: encima de mi hombro, 

justo en mi oreja, primero de un lado y después del otro,

y yo estoy acostumbrado a sonidos más o menos lejanos.

Viernes
La actividad de poner nombres a todas las cosas avanza de
manera temeraria, 
a pesar de lo que yo haga. 
Tenía un nombre muy bueno para el lugar, 
era musical y elegante: JARDÍN DEL EDÉN. 
En privado sigo llamándolo así, pero no más en público. 
La nueva criatura dice que es todo bosques y rocas y paisajes, 
y que por lo tanto no se parece en nada a un jardín. 
Dice que parece un parque, y no se parece en nada sino a un parque. 
En consecuencia, sin consultarme, 
le ha puesto un nuevo nombre: PARQUE DE LAS CATARATAS DEL NIÁGARA. 
Esto es el colmo de la arbitrariedad, creo yo.
Y ya hay un letrero:
NO PISE
EL CÉSPED
Mi vida ya no es feliz como lo era antes.

Sábado
La nueva criatura come demasiada fruta.
Lo más probable es
que se nos acabe. 
“Nos” otra vez: esa es la palabra que eso suele usar; 
también yo, ahora, al escucharla tanto. 
Mucha niebla esta mañana. Nunca salgo cuando hay niebla. 
La nueva criatura sí lo hace. 
Sale bajo cualquier clima, y entra chapoteando con los pies embarrados. 
Y habla. Este solía ser un lugar tan agradable y tan calmo.



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