domingo, 1 de febrero de 2009

Una historia dentro de Cinema Paradiso


Los que vieron Cinema Paradiso  recordaràn esta historia que le cuenta Alfredo a Toto y èste a la chica que desea...

La princesa y el plebeyo
  
  Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. 
  Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes
  para ofrecer sus maravillosos regalos: 
  Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios 
  para conquistar a tan especial criatura.
  
  Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, 
  que no tenía más riquezas que amor y perseverancia.
  
  Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
  "Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un
  hombre pobre y no tengo tesoros para darte, 
  te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor...
  
  Estaré cien días sentado bajo tu ventana, 
  sin más alimentos que la lluvia 
  y sin más ropas que las que llevo puestas...
  esa es mi dote..."
  
  La princesa, conmovida por semejante gesto de amor,
  decidió aceptar.
  "Tendrás tu oportunidad: 
  Si pasas la prueba, me desposarás".
  
  Así pasaron las horas y los días. 
  El pretendiente estuvo sentado, 
  soportando los vientos, la nieve y las noches heladas.
  Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el
  valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento.
  De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la
  esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa,
  aprobaba la faena. 
 
  Todo iba a las mil maravillas.
  Incluso algunos optimistas habían comenzado a
  planear los festejos.
  
  Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de
  la zona habían salido a animar al próximo monarca. 
  Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, 
  cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, 
  ante la mirada atónita de los asistentes 
  y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó 
  y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
  
  Unas semanas después, mientras deambulaba por un
  solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le 
  preguntó a quemarropa:
 
  "¿Qué fue lo te que ocurrió?...Estabas a un paso de
  lograr la meta...¿Por qué perdiste esa oportunidad?...
  ¿Por qué te retiraste?..."
  Con profunda consternación y algunas lágrimas mal
  disimuladas, contestó en voz baja:
 
  "No me ahorró ni un día de sufrimiento...Ni
  siquiera una hora... 
  No merecía mi amor..."

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