jueves, 17 de enero de 2008

Atreverse, aún sin esperanzas


Basta de argumentos. Basta de discusiones intelectuales. Basta de conversaciones estereotipadas y banales. Es necesario estar muy atento para no llegar ni a mencionar siquiera lo viejo, para no enredarse en lo viejo ni siquiera con la palabra. Palabra pausada, con ritmo humano, no con el ritmo frenético de las máquinas que te rodean. Palabra amable, sin agredir a nadie porque aceptas a todos tal cual son, que es la mejor manera de permitirles que cambien, ya que nada más puedes hacer por ellos. Y tampoco nada menos. Aceptarlos.



El cambio es personal y asunto de cada uno. El cambio no te separa de nadie. Te une a todos.

Si aceptas a tu amigo, esposa, marido o hijo tal cual es, le permites ser sincero. Ser él mismo (o ella). Y nadie puede transformarse si no sabe primero quién y cómo es. El esfuerzo de verdadero valor social, no radica en hacerse escuchar, sino en saber permanecer a pesar de uno mismo dentro del silencio creador.



Te pueden haber hablado con intención sincera, pero todo lo que te han enseñado es absolutamente mentira. Mentiras que sobrevinieron por repetición de boca-oreja entre los humanos a lo largo de milenios.
Salta por sobre todo eso, sin tocarlo y sin mencionarlo. Vuela por sobre eso con los ojos puestos a tu alrededor y dentro de ti, sin mirar hacia abajo. Hazlo tú. Dilo tú. Piénsalo tú. No creas a los que te digan que no eres capaz o que es una locura. Sigue sin dudas a tu corazón y el te dirá donde está tu verdad. Empieza de nuevo. No consientas con la pausa más pequeña en este sendero hacia el Caminar.



La fortaleza del hombre es su energía psicofísica que le permite la atención de cada instante (que no es análisis) a la vida interior y exterior. La debilidad del hombre es la persecución de distracciones, excitaciones y estímulos cada vez más numerosos. Es una pausa, y un atraso indeseable en su Andar. La esperanza del hombre nuevo está en liberarse de las adquisiciones, el consumismo, la experiencia del hombre viejo, y de las guerras del hombre viejo (sean conflictos mundiales, nacionales, familiares, o los propios íntimos de cada día). La única opción auténtica para el hombre nuevo radica en recomenzar todo, y Atreverse, aún sin esperanzas


Juan Angel Moliterni

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